Barcelona, ciudad dedicada al turismo

Barcelona es una ciudad de primer orden en el panorama turístico nacional e internacional, beneficiada por una gran valoración externa, dotada de una red de infraestructuras privilegiada y de una oferta lúdica y cultural variada y atractiva, capaz de dar cabida a una demanda plural en cuanto a orígenes, motivaciones y exigencias: ocio, deporte, salud, negocios, formación, investigación…

Entre sus ventajas cuenta con su carácter metropolitano, emplazamiento ideal para toda clase de recursos, establecimientos, organizaciones… Así como su amplia raigambre histórica, el esfuerzo destinado a la conservación y exhibición de su patrimonio monumental, el concierto periódico de ferias, congresos y convenciones, la vasta capacidad hotelera, su estilo de vida cosmopolita y activo y sus condiciones climáticas y naturales favorables.

Es significativo el valor de iconos turísticos, ya convertidos en una marca de referencia, como la Rambla, la Sagrada Familia, el Parque Güell, la Pedrera y el corpus arquitectónico obra de Gaudí. Pero, al mismo tiempo, destaca la progresiva descentralización de estas corrientes turísticas más tradicionales y la pujanza de barrios periféricos cada vez más acondicionados a las demandas de los visitantes. Dentro de este contexto expansivo, es reseñable el crecimiento de la planta hotelera de la Ciudad Condal, estimada en un 40 por ciento en un periodo de cinco años, con unas 56.000 plazas disponibles. La antigua primacía de la Ciutat Vella y el Eixample se encuentra cada vez más difuminada ante el empuje de otros distritos urbanos.

En 2008, por ejemplo, Barcelona recibió en su seno más de 10 millones de visitantes, según indica los datos de pernoctación –incluidos los alojamientos en viviendas y residencias particulares-, a lo que cabe agregar los visitantes de un solo día. Los congresos, los cruceros y las estancias ocasionales lideran el tipo de visita realizado. O, lo que es lo mismo, 20 millones de euros diarios distribuidos entre gastos de alojamiento, en transporte, en comercio, en restauración, en la industria del ocio o en el patrimonio cultural, fuente a su vez de beneficios para las arcas públicas, generación de puestos de trabajo y, en definitiva, crecimiento económico y social. La capital catalana se encuentra a la cabeza de Europa en crecimiento turístico cuantitativo y cualitativo. La escuela de turismo y la escuela superior de relaciones públicas Formatic se erigen ante esta situación como uno de los principales valores de futuro laboral.

Por otro lado, la situación económica y sociocultural contemporánea repercute en cuestiones como el desarrollo de infraestructuras –ampliación aeroportuaria y puente aéreo, instalación de una línea de tren de alta velocidad en conexión con el centro peninsular- al mismo tiempo que, desde el punto de vista internacional, ha abaratado el coste relativo de la visita a la ciudad. El apoyo añadido de la promoción turística institucional conserva intacta la imagen de la ciudad capitalizada desde los Juegos Olímpicos de 1992: es decir, la de una urbe moderna, acogedora, accesible, activa, y abierta al visitante.

Además de ser un sustancioso agente de ingresos, el turismo deriva en el sostenimiento del dinamismo social de la ciudad y en su progreso a todos los niveles, configurándose como un instrumento para revitalizar el territorio. De ahí estas mejoras en transporte e infraestructuras que poseen una incidencia directa en la preponderancia de la calidad de vida de la ciudad, conectándola a su vez de manera más cercana a otros centros de referencia españoles, mediterráneos, europeos y mundiales por medio del tren de alta velocidad, el puerto marítimo o las plataformas aeronáuticas.

La celebridad que ello confiere a Barcelona genera un incremento en la demanda de la oferta turística local. Como consecuencia, los perfiles turísticos han experimentado un aumento en su pluralidad de exigencias y orígenes, paliando por otra parte efectos negativos como la estacionalidad –el clásico turismo de sol y playa desde países septentrionales-. Así, los campeones en cuanto al turismo barcelonés son, en este orden, los ciudadanos de Francia, Italia, Reino Unido, Alemania y Estados Unidos, mientras que los motivos del viaje se reparten entre el ocio (un 55 %), las necesidades profesionales (un 33 %) y las excusas de tipo personal y privado (el 12 %).

En el aspecto negativo de esta creciente afluencia turística, se encuentra la necesidad de gestionar el posible impacto de esta corriente de cohabitación ocasional y minimizar la sensación de abandono hacia los ciudadanos a nivel institucional, perniciosa tanto para el anfitrión, que podría acusar el descenso de su calidad de vida, como para el visitante, que perdería muchas de las bondades deseables de la experiencia turística. En demasiadas ocasiones, no obstante, esta falta de conciliación, sobre todo proveniente por parte de los primeros, ya que la imagen exterior de la ciudad roza la excelencia, se debe a la ignorancia respecto a los efectos positivos del impacto turístico -más palpable aún si cabe en estos tiempos de crisis financiera-, o a una consideración tópica e injustificada hacia el mismo –masificación, estandarización de la oferta, deterioro del mobiliario urbano, perjuicio de los servicios públicos-.

La acción pedagógica por parte de profesionales del sector turístico desempeña un papel decisivo para la recuperación de la armonía entre ambas partes.

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